“LA EDUCACIÓN LE DA SENTIDO A LA
VIDA”: HACIA UN SUEÑO COMPARTIDO
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Una propuesta integral en
construcción para fomentar la competitividad con igualdad de oportunidades
Por Idel Vexler
Es habitual que se proponga que la
educación sea para el desarrollo, para el desarrollo social, para la ciencia,
la tecnología y la innovación, para la productividad y para los valores.
También para la vida. Estos planteamientos, si bien son válidos, tienen un
énfasis en un tipo de educación cuya finalidad es generar respuestas externas
de la persona para cambiar y mejorar el mundo que lo rodea en las dimensiones
personal, familiar, social, profesional y laboral.
Sin embargo, habría que mirar más
bien a la educación como un proceso sociocultural que, conforme la estructura
socio-afectiva y cognitiva evoluciona y se enriquece, va dándole
direccionalidad y sustento esencial a la vida del ser humano. Naturalmente esto
debe ocurrir mediante desarrollos sostenidos, secuenciales y continuos a lo
largo de su ciclo vital, lo cual le permita construir un proyecto de vida para
asumir y enfrentar sus vicisitudes, avances
y logros y, consecuentemente,
transformar y mejorar la calidad de los entornos que lo rodean. Todo ello en el
marco de una sólida autoestima e identidad que se desarrolla y articula
mediante vínculos de integración espacial, temporal y social.
Una educación es significativa cuando
está orientada a darle sentido a la vida para lograr metas superiores en el
presente y futuro, a partir de la introspección y la racionalización de sus
experiencias vitales y subyacentes, su nivel cognitivo específico en el marco de la pluralidad de las inteligencias, así como de los conocimientos
que conserva en su memoria. La historia de cada persona es instituida por un
constructo complejo llamado educación, que al darle sentido a la vida se
convierte en “una fuerza o motor
interno” para aprender y actuar eficientemente y con ética; desde luego,
adquiriendo y transfiriendo- de manera articulada y dinámica- saberes
humanísticos, científicos y tecnológicos de la sociedad del conocimiento,
procesos mentales y motrices complejos, así como valores y actitudes.
Dichos aprendizajes, en el marco de
una formación holística con igualdad de oportunidades, deben estar orientados a
formar “personas saludables” con
bienestar físico, mental y social; “buenos ciudadanos” con identidad y valores;
“personas productivas”, en el amplio sentido de la palabra con eficiencia y
emprendimientos y, de este modo, ser columnas o ejes centrales para formar
“personas competitivas” que contribuyan a crear riqueza nacional con bienestar,
en la perspectiva del desarrollo social y económico, sustentable y humano; desde luego articulando la diversidad
nacional con la globalización.
Estas reflexiones y fundamentos
debieran ser el sustento para que los diferentes actores políticos, sociales,
empresariales y educativos construyamos una propuesta que incida favorablemente
en las políticas públicas en educación.
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